«Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah» -- Salmos 32:1-5
Cuanto engaño hay en aquellos que creen que si pecan y hacen obras de caridad estas le son contadas por buenas obras, o como indulgencias ante Dios por sus pecados, más no saben que la verdadera dicha esta en el perdón, si cuando nosotros sentimos que ofendemos a alguien, y de corazón vamos y le pedimos disculpas, y estas son aceptadas, y nos abrazamos con el ofendido, entonces en nuestro corazón se experimenta un sentimiento de tranquilidad, de paz para con la otra persona, ahora imaginemos eso mismo con Dios, todos nosotros al pecar ofendemos a Dios y cuando confesamos a Él de corazón nuestras transgresiones y Él ve sinceridad en nuestros corazones, entonces nos perdona y olvida por completo lo malo que hemos hecho, no nos lo va a estar recordando a cada momento, más si nosotros persistimos en no confesar nuestros ofensas (pecados) a Dios, nunca podremos ser partícipes de la dicha del perdón y cargaremos con esa culpa eternamente, así que hoy animémonos y meditemos en todo el mal que hemos hecho y restituyamos al agraviado, y pongámonos a cuenta con el Creador, pues Él ha prometido que si nuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Dios nos ama tanto y esta dispuesto a perdonarnos siempre y cuando confesemos a Él nuestros pecados.
Cuanto engaño hay en aquellos que creen que si pecan y hacen obras de caridad estas le son contadas por buenas obras, o como indulgencias ante Dios por sus pecados, más no saben que la verdadera dicha esta en el perdón, si cuando nosotros sentimos que ofendemos a alguien, y de corazón vamos y le pedimos disculpas, y estas son aceptadas, y nos abrazamos con el ofendido, entonces en nuestro corazón se experimenta un sentimiento de tranquilidad, de paz para con la otra persona, ahora imaginemos eso mismo con Dios, todos nosotros al pecar ofendemos a Dios y cuando confesamos a Él de corazón nuestras transgresiones y Él ve sinceridad en nuestros corazones, entonces nos perdona y olvida por completo lo malo que hemos hecho, no nos lo va a estar recordando a cada momento, más si nosotros persistimos en no confesar nuestros ofensas (pecados) a Dios, nunca podremos ser partícipes de la dicha del perdón y cargaremos con esa culpa eternamente, así que hoy animémonos y meditemos en todo el mal que hemos hecho y restituyamos al agraviado, y pongámonos a cuenta con el Creador, pues Él ha prometido que si nuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Dios nos ama tanto y esta dispuesto a perdonarnos siempre y cuando confesemos a Él nuestros pecados.