Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo
Romanos 10:9
Este versículo, apunta a dos verdades básicas que son, la encarnación y la resurrección. No puede haber salvación sin una plena aceptación de estas doctrinas y todo lo que significan. Debemos confesar con nuestra boca que Jesús es el Señor, esto es, que Aquél que nació en un pesebre de Belén es ni más ni menos que Dios manifestado en carne.
Pero también es vital que creamos en nuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos, si bien esto significa más que el simple hecho de la resurrección. Esto incluye que el Señor Jesús murió en la cruz como nuestro Sustituto. Pagó la pena que nuestros pecados merecían. Soportó la ira de Dios que debimos haber sufrido eternamente y por último, lo levantó de la muerte al tercer día, como prueba de la entera satisfacción de Dios con el sacrificio de Cristo por nuestros pecados.
Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Aquí el orden es el que tiene lugar cuando nacemos de nuevo. Primero, confiamos en el Salvador para ser justificados, y luego confesamos la salvación que hemos ya recibido. Es tal la naturalidad, sencillez y profunda con que nuestro versículo enseña esta asombrosa verdad que cuando la creemos somos libres de verdad
Romanos 10:9
Este versículo, apunta a dos verdades básicas que son, la encarnación y la resurrección. No puede haber salvación sin una plena aceptación de estas doctrinas y todo lo que significan. Debemos confesar con nuestra boca que Jesús es el Señor, esto es, que Aquél que nació en un pesebre de Belén es ni más ni menos que Dios manifestado en carne.
Pero también es vital que creamos en nuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos, si bien esto significa más que el simple hecho de la resurrección. Esto incluye que el Señor Jesús murió en la cruz como nuestro Sustituto. Pagó la pena que nuestros pecados merecían. Soportó la ira de Dios que debimos haber sufrido eternamente y por último, lo levantó de la muerte al tercer día, como prueba de la entera satisfacción de Dios con el sacrificio de Cristo por nuestros pecados.
Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Aquí el orden es el que tiene lugar cuando nacemos de nuevo. Primero, confiamos en el Salvador para ser justificados, y luego confesamos la salvación que hemos ya recibido. Es tal la naturalidad, sencillez y profunda con que nuestro versículo enseña esta asombrosa verdad que cuando la creemos somos libres de verdad