Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Mateo 5:44-45
Un predicador mientras predicaba un domingo por la mañana intentaba resistir la tentación de contraatacar a una sociedad sumergida en el racismo. «¿Cómo puedes amar a tus enemigos? —le preguntó a la congregación—. Comienza por ti mismo. […]. Cuando se presente la oportunidad de derrotarlos, ese es el momento en que no debes hacerlo». «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos». Al pensar en quienes nos dañan, es sabio recordar que nosotros también éramos enemigos de Dios . Pero Él «nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación». Ahora tenemos una obligación santa: «nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación». Debemos llevar este mensaje al mundo. Las tensiones políticas y raciales no son nada nuevo, pero la tarea de la iglesia es evitar las divisiones. No debemos atacar a quienes tienen opiniones diferentes o, incluso, buscan destruirnos. Nuestro «ministerio de la reconciliación» imita el corazón de siervo generoso de Cristo.
Pero tambien Jesús nos enseña a amar sin condiciones, sin ver, raza, color, estatus social, cuando el sufría los dolores de la muerte, lo hacia aun por sus enemigos, y si somos sinceros nosotros estabamos enemistados por el pecado, pero aun asi, lo hizo para salvarnos y librarnos de la ira venidera que vendrá y darnos vida eterna.
Mateo 5:44-45
Un predicador mientras predicaba un domingo por la mañana intentaba resistir la tentación de contraatacar a una sociedad sumergida en el racismo. «¿Cómo puedes amar a tus enemigos? —le preguntó a la congregación—. Comienza por ti mismo. […]. Cuando se presente la oportunidad de derrotarlos, ese es el momento en que no debes hacerlo». «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos». Al pensar en quienes nos dañan, es sabio recordar que nosotros también éramos enemigos de Dios . Pero Él «nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación». Ahora tenemos una obligación santa: «nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación». Debemos llevar este mensaje al mundo. Las tensiones políticas y raciales no son nada nuevo, pero la tarea de la iglesia es evitar las divisiones. No debemos atacar a quienes tienen opiniones diferentes o, incluso, buscan destruirnos. Nuestro «ministerio de la reconciliación» imita el corazón de siervo generoso de Cristo.
Pero tambien Jesús nos enseña a amar sin condiciones, sin ver, raza, color, estatus social, cuando el sufría los dolores de la muerte, lo hacia aun por sus enemigos, y si somos sinceros nosotros estabamos enemistados por el pecado, pero aun asi, lo hizo para salvarnos y librarnos de la ira venidera que vendrá y darnos vida eterna.