“Mi cuerpo que por vosotros es partido” 1 Corintios 11:24
Cuatro cosas quebradas que figuran en la Biblia y los resultados conseguidos por ellas.
Cántaros quebrados (Jueces 7:18-19), y la luz brilló.
Un vaso de alabastro quebrado (Marcos 14:3), y el perfume se esparció.
Pan partido (Mateo 14:19), y la multitud fue alimentada.
Un Cuerpo partido (1 Corintios 11:24), y el mundo fue redimido.
Es nuestro privilegio añadir un quinto a la lista: una voluntad quebrantada, y el resultado es una vida inundada de paz y amor.
Muchos que han acudido a la Cruz para salvación nunca han ido allí buscando el quebrantamiento de su voluntad. Pueden tener una buena disposición y nunca haber hablado más alto que un susurro, tener una apariencia externa de espiritualidad y sin embargo, tener una voluntad de piedra que les impide alcanzar en la vida lo mejor de Dios.
No es extraño ver los efectos dañinos de una voluntad no quebrantada en el servicio cristiano.
Todos necesitamos ser quebrantados, tomar toda nuestra obstinación, toda nuestra terquedad y llevarlas al pie de la Cruz. Esa voluntad de piedra debe ser puesta sobre el altar del sacrificio. Todos hemos de decir:
Tú fuiste quebrantado, Señor, por mí,
Sea yo quebrantado, Señor, por amor a ti.
Cuatro cosas quebradas que figuran en la Biblia y los resultados conseguidos por ellas.
Cántaros quebrados (Jueces 7:18-19), y la luz brilló.
Un vaso de alabastro quebrado (Marcos 14:3), y el perfume se esparció.
Pan partido (Mateo 14:19), y la multitud fue alimentada.
Un Cuerpo partido (1 Corintios 11:24), y el mundo fue redimido.
Es nuestro privilegio añadir un quinto a la lista: una voluntad quebrantada, y el resultado es una vida inundada de paz y amor.
Muchos que han acudido a la Cruz para salvación nunca han ido allí buscando el quebrantamiento de su voluntad. Pueden tener una buena disposición y nunca haber hablado más alto que un susurro, tener una apariencia externa de espiritualidad y sin embargo, tener una voluntad de piedra que les impide alcanzar en la vida lo mejor de Dios.
No es extraño ver los efectos dañinos de una voluntad no quebrantada en el servicio cristiano.
Todos necesitamos ser quebrantados, tomar toda nuestra obstinación, toda nuestra terquedad y llevarlas al pie de la Cruz. Esa voluntad de piedra debe ser puesta sobre el altar del sacrificio. Todos hemos de decir:
Tú fuiste quebrantado, Señor, por mí,
Sea yo quebrantado, Señor, por amor a ti.